SER O ESTAR
Al estadio se va a todo: Comer, saltar, insultar, sacarse selfies, chatear y hasta a ver fútbol
Con todas las distracciones que trae el fútbol como espectáculo, cada vez se hace cada vez más difícil dedicarle tiempo al juego.
Una de las primeras lecciones en las clases inglés cuenta con el verbo “To be” como protagonista. El verbo “To be” traduce “Ser ó estar”, todo en una sola expresión que puede cambiar según el contexto en el que nos encontremos. En español, “ser” y “estar” son dos palabras ligeramente distanciadas. Mientras “ser” es relativo al mero existir, “estar” tiene que ver con el “existir en algo”. Hoy en el fútbol - espectáculo de los estadios, se resigna el ser por el estar.
Al estadio, obviamente, se va a ver fútbol con una carga pasional que generalmente recae en uno de los enfrentados. A la cancha se va a “ser” hincha, a ejercer como gustoso del fútbol y a contemplar el juego. “Ser” hincha trae consigo unos deberes mínimos como saber quién es el rival, reconocer a los jugadores por el aspecto y el número en la espalda y aguantar con estoicismo cualquier resultado frente al calor abrasador o la fría intemperie.
El “estar” no requiere tanto compromiso. Hay que ir al estadio, pero más que alentar por un bando es fundamental demostrar que usted está allí. No importa si vio el partido, si entendió que su equipo jugó 4-4-2 o si se fue antes de los 90 minutos. Lo que importa es decirle a los demás que usted fue al estadio. Eso se logra rápidamente gracias a las redes sociales y a esas devoradoras ganas de pertenecer a lo que el filósofo surcoreano Byul-Chul Han denomina “La sociedad de la transparencia”, en la que todos tienen que saber qué hice, cuándo y dónde. Además validar mi experiencia con un “Me gusta”. De esta manera el estadio se convierte en un escenario aspiracional para demostrar lo mucho que hacemos y tenemos.
Llevemos el “estar” a un caso práctico. Tenemos a un grupillo de aficionados que viajan a Barranquilla para ver a la Selección Colombia. Estos fervientes seguidores son generalmente invitados y patrocinados por esta o aquella marca pues figuran como agentes publicitarios. En el estadio se toman fotos, postean en Instagram y portan la camiseta tricolor. Posan frente a las cámaras, traban amistades y encumbran su figura como vehementes seguidores de un equipo victorioso.
Del fútbol queda poco en esta rueda negocios, solo importa la victoria en el campo. Hay que gritar un gol propio, después de todo se necesita alegría para vender una imagen. Nadie quiere sacarse una selfie después de perder por goleada. Hay que “estar” en el estadio para “ser” un comerciante.