La ruta final de Chapecoense
Chapecoense clasificaba por primera vez a la final de la Sudamericana. De manera gráfica reconstruimos sus últimos pasos por el continente.
Como la vida, todo partido tiene su segundo tiempo. Otorgando esta frase célebre, Chapecoense al ritmo del Atabaque salió victorioso ante el aguerrido San Lorenzo de Almagro; fue un partido típico de final, colgado bajo los palos y con el rosario en la mano.
Image
Después de la tormenta llegaría la calma. Esta vez la calma se convirtió en euforia y en sentimientos que solo el poder del fútbol logra despertar. No hay manera de comparar y vivir la sensación de triunfo o derrota, cuando el juez se lleva el silbato a la boca y levanta las manos al cielo dando la bendición de triunfo.
De rodillas y con los brazos abiertos, Danilo se cubrió el rostro y como un acto religioso se inclinó hacia el césped dando gracias por la hazaña que acababa de lograr; sus compañeros en avalancha lo cubrieron de gloria. El jugador número 12 se colgó sobre las barandas del estadio, poniendo en alto su pecho que estalló de emoción y por qué no, de llanto.
Image
¡Vamos, vamos Chape!
Haciendo honores después de la batalla, los que no se ven en cámara recibieron a cada uno de sus guerreros. Abrieron las puertas de su recinto, el camerino fue una fiesta “a la final…”.
Desnudos, como Dios los trajo y los presentó al mundo, jugadores, cuerpo técnico y administrativo cantaron y se abrazaron bajo un solo coro: “vamos, vamos Chape”. Todo cansancio y esfuerzo físico se fue para el carajo, aún les quedó pulmón y piernas para saltar y celebrar por más de diez minutos.
Hay diferentes maneras de celebrar. Lo que ahora queda claro es que no se sabe cuándo será la última; compartir en un restaurante en familia, como lo hizo el Chapecoense, esa noche, fue una modesta y sabia decisión. Hay otros que no tuvieron tiempo para celebrar porque ya pensaban en cómo enfrentar a Atlético Nacional.
Sin embargo, había un rival local que se cruzaba en el camino y que les daba la oportunidad a los jugadores que no contaron con la misma fortuna de jugar regularmente y así sumar minutos.
Image
El vuelo a Sao Paulo, para enfrentar a Palmeiras, era el primer destino de un recorrido extenso, de esos caminos que van marcando la labor sufrida y tóxica; en el fútbol no todo se remite a triunfos, dinero, popularidad, trago, fiesta y mujeres. Para llegar a profesional se sufre bastante, es exigente y muchas veces se debe sacrificarlo todo.
El mejor cómplice siempre será tu compañero, tu mejor amigo. Sentado sobre el suelo, Thiaguinho chateaba con su novia. Nunca se le ocurrió tomar en serio a sus amigos que bromeaban en las concentraciones antes de los partidos.
Incrédulo y de manera despectiva miró la bolsa de regalo, la rechazó. Sus compañeros le insistieron, sacó una tarjeta y preguntó: “¿Quién la envía?”. Continúo leyéndola y saltó de emoción. Se acababa de enterar que había anotado el gol más importante de su vida: iba a ser papá. Thiaguinho arqueó sus brazos hacia su vientre y celebró la gesta, como lo hizo su compatriota Bebeto en el Mundial USA 94.
Este tipo de alegrías y de tristezas siempre toman a los jugadores entre vuelos, partidos y concentraciones, y ni qué decir de las fechas especiales. Bien lo relata el exfutbolista, "muchas veces se extraña compartir entre familia un cumpleaños, un nacimiento y hasta estar en el duelo de un ser querido".
Image
Somos más que once
Los grandes equipos, los que ganan títulos, van marcados por la misma hambre de gloria; así iba marcado el avión de la aerolínea LaMia 2933. En su costado derecho una tinta y pluma negra que en portugués decía “Somos mais que onze” se alzó y cruzó el Amazonas, tiñendo de verde y de negro el atardecer del Sur de América.
Llegó la noche. Varios jugadores prefirieron dormir, jugar a las cartas. Otros extrañaron a sus seres queridos. Cleber miraba por la ventana del avión, observaba cómo se iba perdiendo la curva tenue que marcaba el horizonte. En aquel espacio tan reducido, pero plagado de pensamientos, el capitán y jugador -el más experimentado del equipo-, tenía en la cabeza un solo pensamiento: cómo reforzar el medio campo para frenar el tridente Berrío - Macnelly - Ibarguen y por qué no, marcarle un gol de tiro libre, como era su costumbre, a Armani.
Así son los sueños de los jugadores entre viajes; cómo gambetear en el área, a dónde cobrar si debe patear una pena máxima, qué guayos ponerse, si los nuevos, dados por un patrocinador, o los del amuleto.
Image
¿Qué partido no se complica?
Los últimos ocho minutos son los más complicados de un partido que se disputa en fases finales. Es allí donde se pierde por el cansancio, por un error, por la falta de concentración. También a partir del minuto 37 del segundo tiempo es donde se obtiene la gloria, se saca de donde no se tiene para avanzar, para llegar al arco contrario. Si vas por todo corres el riesgo de perderlo en un contra golpe, pero si no es así, de qué te habrá servido decir que fuiste segundo.
No podemos olvidar el tiempo de adición. Si el juez se apiada de tu sufrimiento te da cinco, pero ¿qué puedes lograr en cinco minutos? A partir de ese instante toda táctica o estrategia se pierde, todo se vuelve de punta hacia arriba, irrespetando la técnica del jugador. Los saques de banda se convierten en tiros libres hacia el área, el balón rebota queriendo parar entre la red, los jugadores caen y pelean entre ellos acusando una falta, el juez abre los ojos hasta más no poder, como aquel que busca entre la gaveta la carpeta de color diferente.
El DT, el más cauto, ya se ha sacado el abrigo, se ha soltado la camisa y la corbata le baila de lado a lado con cada jugada. El hincha y los familiares lloran desconsolados, el tiempo se ha terminado y el frío que inunda miles de corazones nos deja perpetuos en el tiempo.
Image
Audio
Última conversación entre piloto y controladora de vuelo LaMia
0:27
5:25
Obtuvimos la otra mitad
No recuerdo un sueño que no haya sido en blanco y negro. Las luces del escenario y las bengalas hicieron tributo a ambos equipos; fue la primera final inédita donde dos equipos celebraron, donde dos equipos lloraron.
Fue la primera final que tuvo dos ceremonias con honores de guardia presidencial. Todo el mundo quiso vestir ambas camisetas y quienes simplemente no lo entendieron vistieron de blanco. Cada persona en el mundo se enteró de que fuimos campeones. Los que estuvieron presentes encendieron sus velas e iluminaron el cielo, fuimos recibidos con rosas blancas por personas que ni siquiera conocimos. En nuestras vidas nunca se mencionaron tanto nuestros nombres; con globos blancos que se perdían en el cielo de Medellín fuimos despedidos y regresamos a casa.
La Fuerza Aérea se encargó de nuestro regreso. El cielo lloraba a cantaros, fue un día gris y como es célebre en Sudamérica, las sirenas no se hicieron esperar. Fuimos aplaudidos mientras cada uno de nosotros entraba en hombros y dábamos la vuelta olímpica en el Arena Condá; nuestra imagen estuvo reflejada en cada uno de los asistentes en el estadio.
Gracias al fútbol conocimos lugares y personas increíbles. Entre todos cantamos, lloramos y reímos por nuestras vidas. Ahora disfrutamos del sabor de un asado y una cerveza, nos abrazamos con la misma emoción de un abrazo de gol, contamos con mucho más tiempo para disfrutar entre familia, nos reunimos a jugar entre nosotros y desde el cielo los seguimos en cada partido, porque ni la vida o la muerte podrá quitarnos la camiseta del Chapecoense; la vestiremos por siempre.
Este es un homenaje del equipo digital de Antena 2 a los sobrevivientes del vuelo LaMia 2933: Alan Ruschel, Jackson Follmann y Hélio Neto, los dueños de la otra mitad de la gloria.
Por Mario Cruz