Andrés Escobar, un jugador que no se borra de la memoria de Nacional
El defensa central fue parte de aquel equipo que alcanzó la gloria ante Olimpia.
La gloria que acompañó a Atlético Nacional en los últimos treinta años, tuvo su momento de mayor dolor en 1994 con el asesinato de Andrés Escobar, insignia del fútbol paisa, del estilo del cuadro verdolaga y de los buenos modales en un campo de juego.
No en vano era apodado el ‘Caballero de las canchas’ por su forma gentil y seria de disputar los compromisos cuando tuvo la posibilidad de darse a conocer en el fútbol en 1986. Técnico, responsable y dueño una inteligencia llamativa para salir con el balón controlado, hizo parte del título de la Copa Libertadores con apenas 19 años.
Haciendo dupla con Luis Carlos Perea, el ‘Coroncoro’, se adaptó a las formas de juego que quería el técnico Francisco Maturana con ese Nacional que alcanzó la gloria continental. Salida impecable, orden para frenar al rival y consistencia en zona central. Escobar reunía los requisitos para trabajar aquella defensa zonal de ‘Pacho’.
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Andrés Escobar, jugador que hizo parte del título de Atlético Nacional en 1989.
En la finalísima de la Copa Libertadores, Andrés Escobar se mostró imperial. Olimpia del Paraguay tuvo pocas aproximaciones al arco de Higuita, salió de forma limpia desde el fondo y se sumó en algunas ocasiones a la ofensiva. Eso sin hablar de la tranquilidad y frialdad que tuvo para cobrar el primer disparo en la tanda de penales, diferente al nerviosismo que mostraron otros de sus compañeros.
Como era de esperarse, comenzó a integrar la nómina de la Selección Colombia. Si bien fue suplente durante las eliminatorias al mundial de Estados Unidos 94, en el certamen orbital asumió el rol de inicialista. Era el hombre de la disciplina táctica.
Con todo y ello, hizo frente a los señalamientos por el autugol en el partido ante los locales. Se levantó del suelo a pesar del dolor, sabiendo que la eliminación de Colombia comenzaba a perfilarse sin que nada lo detuviera. El equipo favorito de Pelé se fue antes de tiempo y Maturana le advirtió a sus jugadores que no se expusieran con salidas a la calle.
Eran tiempos siniestros en Colombia y el ambiente se palpaba sensible. Llegó a tal grado el convencimiento de los hinchas de que su selección podía llegar a la final, que no se antojaba difícil pensar que una tragedia estaría a la vuelta de la esquina. Aquella madrugada del 2 de julio de 1994 lo anterior terminó siendo una realidad dolorosa e imborrable.
Por Tomás Guzmán