Respeto por las Copas, son sagradas
El fútbol colombiano está cada vez más lejos de la élite continental.
El fútbol profesional colombiano sufrió una nueva vergüenza internacional con la eliminación del Independiente Medellín en la segunda fase de la Copa Libertadores. El ‘Poderoso’ claudicó ante un rival sin peso ni tradición y tiró por la borda una posibilidad inmejorable de adquirir prestigio ante los ojos de América.
Pero lo del Medellín no es solo una arista exclusiva a su tradicional falta de jerarquía, sino el reflejo de la poca seriedad que los clubes del FPC le están dando a los torneos continentales.
Este mal endémico, que no abandona el balompié ‘criollo’ desde sus entrañas y raíces, tuvo un lapso paliativo entre 2014 y 2016, cuando Atlético Nacional e Independiente Santa Fe abrieron el camino para elevar el prestigio de la Liga y sacarlo de su habitual ignominia.
¿Cómo lo consiguieron? Invirtiendo y respetando los procesos que derivaron en el éxito.
Nacional deslumbró al mundo y se paseó por Sudamérica dictando cátedra de fútbol durante el 2016 bajo el mando de Reinaldo Rueda, alcanzando gestas que comenzaron a construirse con la batuta de Juan Carlos Osorio y que tuvo su cúspide con la Copa Libertadores.
El prólogo a la conquista verde fue protagonizado por Santa Fe y sus Copas Sudamericana y Suruga Bank – sí, es oficial y avalada por la FIFA - apostando por una ideología impopular en su estilo, pero efectiva en sus resultados.
Causa gracia leer o escuchar aforismos o sentencias como: ‘a Independiente Del Valle le gana cualquiera’ o ‘Huracán es un equipo chico’. No, ¡hay que respetar las copas y a quienes se las ganan! Las copas son sagradas y por eso no son para todos.
Sin embargo, parece que el irrespeto hacia la gloria viene de parte de los mismos que la han abrazado. De Santa Fe ni hablar porque hipotecó su futuro y optó por volver a ser un equipo del común, con jugadores corrientes y resultados mediocres.
Y Nacional, el abanderado del país, ha estado dando bandazos desde hace dos años y todavía no encuentra la escalera al cielo que lo sitúe de nuevo en la cima; en 2017 se fue primera ronda de la Copa Libertadores, el año pasado no pudo con Atlético Tucumán y en la presente edición sudó la gota fría para superar a un triste Deportivo La Guaira.
Los dirigentes en Colombia han perdido el rumbo (o nunca lo han tenido), no planifican y no invierten el dinero del fútbol en el fútbol; el principal objetivo en los mercados de fichajes es contratar barato sin importar las características de los jugadores. Las directivas de las escuadras que obtienen el tiquete a las copas carecen de visión y ambición, y el resultado es que sus oncenos no compiten, solo cumplen.
La esperanza para 2019 se cierne en Junior, equipo que se ha obsesionado con inyectar un fuerte capital en refuerzos y parece tener claro su horizonte; dejó ir sin miramientos a Julio Comesaña, apostó por el técnico más prestigioso en suelo colombiano y su juego ofensivo seduce a propios y extraños.
Además, el cuadro barranquillero es el único club en Colombia que ha emulado los pasos de Santa Fe y Nacional; en 2017 avanzó hasta semifinales de la Copa Sudamericana y en 2018 perdió una final increíble ante Paranaense, por la misma falta de jerarquía del Medellín ante Palestino. Esos mismos fracasos son las bases más sólidas para las futuras hazañas.
El FPC está en crisis y su prestigio en juego; lo de Junior será solo un oasis en el que parecen haberse hundido Nacional y Santa Fe.
¿Y los demás?
Fuente
Antena 2