Lo que dejó Wimbledon
Wimbledon nos dejó inolvidables batallas y no siempre es así
Mientras comenzaba la final del mundial de fútbol se disputaba el último set de la final de caballeros de Wimbledon entre Novak Djokovic y Kevin Anderson. Como siempre el estadio estuvo lleno porque el tenis tiene sus propios creyentes. Aunque la BBC, dueña de los derechos de retransmisión en tv, le pidió a la organización del torneo que adelantara el partido un par de horas, ellos, fieles a su tradición inglesa, manifestaron que no tenían razones para cambiar la hora, que siempre ha sido la misma por más de cien años. No es normal que en tiempos modernos la televisión tenga que acomodarse a los horarios de los eventos.
En cuanto al juego, Wimbledon nos dejó inolvidables batallas y no siempre es así. La victoria de Nadal sobre Del Potro en cinco sets, la eliminación de Federer a manos de Anderson después de haber tenido punto para partido y dos sets de ventaja; las semifinales, alargadas más de lo normal, entre los bombarderos Anderson e Isner y; los maestros Djokovic y Nadal, han sido, sin dudarlo, los mejores partidos de la temporada.
No es normal que en un solo torneo se presenten tantos duelos electrizantes. Esta vez el calor y la humedad ayudaron a que la bola estuviera más manejable equiparando las posibilidades de los expertos con las de los que normalmente tienen dificultades sobre hierba, una superficie en la que normalmente la pelota rebota poco y se hace muy rápida tras picar en el piso, lo que obliga a los jugadores a doblar un poco más de lo habitual las piernas, a correr de una manera diferente para evitar lesiones y a sacar al borde de la perfección. Sin embargo, que el mejor restador del circuito, Djokovic, haya ganado por cuarta vez el título habla a las claras que en el tenis, como en la vida, los paradigmas son para enfrentarlos.
El serbio, que venía mostrando buenos síntomas de recuperación tras 15 meses de bache marcados por las lesiones y las lagunas mentales, se reencontró con su nivel, fue creciendo a medida que el torneo lo exigió y encontró puntos de inflexión en materia de seguridad mental tras los triunfos ante Nishikori y especialmente ante Nadal. Su revés volvió a ser el único en el mundo capaz de encontrar los ángulos que desestabilizan al español.
En las mujeres llamó la atención la ausencia de jugadoras del top 10 en semifinales, lo que deja en evidencia la irregularidad del circuito femenino que a su vez lo hace emocionante y lleno de sorpresas. La alemana Angelique Kerber ganó su tercer grande y esta vez la victoria fue nítida ante Serena Williams. Lo de la estadounidense no puede pasarse por alto. Esta vez representó la reivindicación de la mujer y su nuevo rol en la sociedad. Fue madre hace poco más de un año y después de un parto traumático que por poco la manda a la otra dimensión, se propuso volver a la élite a sus 36 años. Llegó a la final demostrando que está de vuelta y dejando un hermoso mensaje para todas las mamás que luchan por ser las mejores madres sin dejar a un lado sus sueños profesionales.
Se fue Wimbledon, uno de los mejores de la historia. Veremos qué nos trae la gira norteamericana que culminará con el US Open.